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Santuario de Guadalupe

El culto guadalupano tuvo su origen en 1531, con las apariciones de la Virgen en el cerro del Tepeyac, en las cercanías de la ciudad de México, que tomó el nombre de Guadalupe por la devoción de los castellanos a una imagen de la Virgen, en Cáceres.  En el siglo XVII su culto se propagó y, en el siglo XVIII era de gran importancia en Guatemala, a tal punto que el Altar del Perdón de la catedral estaba dedicado a la Virgen de Guadalupe.  Sin embargo, a diferencia de los otros barrios en la ciudad de Guatemala, el barrio de Guadalupe no existió como tal en la ciudad de Santiago, en el valle de Panchoy.  Se sabe que se intentó establecer una ermita dedicada al culto guadalupano en la urbe, pero al final fue destinada al Hospital de San Lázaro, para enfermos de lepra.


El Santuario

De cualquier manera, en la Nueva Guatemala, se destinó una manzana para la iglesia de Guadalupe en la sección norponiente de la traza.  Esta disposición obedeció a un culto personal, el sacerdote Pablo Joseph de Jáuregui fue el promotor del templo.  Adquirió varios lotes y costeó la construcción del templo.  Por ello, obtuvo derecho de patronato sobre la iglesia, ya que todos los gastos, entre terreno y obra arquitectónica, habían sido sufragados por él, según afirmó uno de sus herederos, Mariano Jáuregui, en 1895

La iglesia, de modestas proporciones, fue concluida en 1793 y, por lo que puede verse en la fotografía tomada después de los terremotos de 1917 y 1918, era sencilla, con cubierta a dos aguas y con una imagen de la Virgen en pintura.  El terreno para la iglesia, en cambio, era de toda una manzana.  A la par de la iglesia, se estableció la plazuela de Guadalupe.  En 1862 se produjo un sismo, conocido como de la Octava de Guadalupe, en el momento en que el rezado de la Virgen se dirigía del templo de San Juan de Dios al Santuario, por la calle de La Floresta (1ª Avenida).  Según Víctor Miguel  Díaz: “El tiempo era despejado, aunque muy frío.  Habían dado las nueve de la noche y el público se aglomeraba en los cuatro laterales de la plazuela.  Al sentirse el temblor, el bullicio se convirtió en plegaria.  Pasaban por esos momentos por la plazuela, encaminándose al centro de la ciudad, el presbítero don Ignacio Prado y el licenciado don Vicente Sáenz y hubo un segundo en el casi no podían permanecer en pie.  En varias torres de iglesias el movimiento terráqueo hizo tocar las campanas” .  Para fortuna de los vecinos, no sucedió ninguna tragedia.

En 1893, se verificó un proceso legal entre los herederos de la familia Jáuregui y los vecinos del barrio, quienes se consideraban con derechos sobre el templo.  El Ayuntamiento de la capital apoyó a los vecinos , mientras que el Gobernador de la Mitra (en ausencia del arzobispo Ricardo Casanova y Estrada, expulsado en 1887), por su parte, apoyaba a la familia Jáuregui .  Mientras se solventaba el juicio, el gobierno ordenó que el templo fuera clausurado.  Por ello, los vecinos lo abrieron para seguir sirviendo al culto .  Para solucionar el conflicto, el gobierno decidió comprar el terreno de la plazuela y el templo a la familia

Por el tiempo de abandono del templo, en 1900 se hicieron varias intervenciones en el edificio.  Se reparó el presbiterio y se elevó el techo, así como se transformaron las ventanas .

La destrucción del templo ocurrió, como para todas las iglesias de la ciudad, con los terremotos de 1917 y 1918.  Los muros laterales del templo se desplomaron y con ellos  el techo.  La iglesia quedó arruinada.  Por su amplia plazuela, en ella se instaló uno de los campamentos de los damnificados .
Al poco tiempo se pensó en la reconstrucción del edificio.  Sin embargo, no hubo recursos para ello.  Los primeros planos para levantar la iglesia fueron hechos por el arquitecto Guido Albani, en 1929, y aprobados por el entonces canónigo José Ángel Montenegro .  Los planos de Albani incluyeron el empleo de columnas dóricas en las fachadas, cúpula y dos torres .  En 1931 se publicó en un periódico otro proyecto, que tenía aspecto neogótico .  En ese momento, se había formado una gran expectativa por el cuarto centenario de las apariciones de la Virgen en México, por lo que se estrenó una nueva campana .  Como parte de las celebraciones, se confeccionó el marco para la pintura de la Virgen, tallada por Alberto Navas y Manuel Herrera Rubio. Para entonces, promovía las obras de construcción el sacerdote Julio Martínez Flores .

Sin embargo, se avanzó poco en el templo.  Al año siguiente, estaba trabajándose en los campanarios y se planificó la instalación de un reloj.  Los trabajadores eran el maestro Cipriano Juárez, Timoteo Juárez, Guillermo Herrera, José Toc, Francisco Marroquín y Felipe Hernández, quienes estaban en la obra desde que se iniciaron los trabajos.  También se presentaron tres proyectos para la cúpula, el más importante era el del alemán Erick Kuba .  En 1933, el barrio estaba de fiesta, pues se concluyó la primera de las dos torres diseñadas para campanarios .  Al terminarse la torre se continuó con la fundición del techo.  Cipriano Juárez continuaba en los trabajos, bajo la dirección de Samuel Cáceres.  Para las vigas se utilizaron rieles de ferrocarril.  El armador de hierro era Guillermo Juárez; el electricista, Arturo Arauz, y, el ayudante, David Juárez, además de los peones José Toc y Felipe Hernández .  Con el techo fundido, se avanzó en los trabajos internos.  En 1935 se concluyó el coro y la base del cimborrio.  En ocho años de trabajo, se había gastado más de Q40 mil.  Ya se estaba aplicando la decoración en estuco del interior y, el 12 de diciembre de 1936, se estrenó la iluminación eléctrica .

Hubo que esperar otros seis años para que se concluyera la fachada.  En 1942 se terminó la principal, con recubrimiento de imitación de piedra en punta de diamante.  No se mencionó la otra torre del edificio .  En 1945 se inauguró la puerta de bronce, con relieves, con un peso de 6 mil libras, fundida en los talleres de Benjamín Granados .

Como todos los recursos para la construcción de la iglesia provenían de donaciones, se continuó en los trabajos internos.  En 1946 se bendijo la primera piedra del altar de mármol, por el arzobispo Mariano Rossell .  Ese mismo año se terminó la escultura tallada de la Virgen para el altar mayor, obra de Enrique Acuña, quien falleció poco después de terminada la imagen.  Además, ya estaba colocado el recubrimiento poniente del edificio .

Lentamente, se continuó con las labores.  En 1951 el español Ramón López Morelló pintó uno de los dos murales en las paredes de las tribunas del transepto.  Su obra era la apoteosis de la Eucaristía .  Sin embargo, columnistas como Héctor Menéndez de la Riva, criticaron severamente la obra de López Morelló, pues la consideraron mundana, al exhibir los ángeles un aspecto femenino que consideraron insinuante .  No obstante, el pintor completó el otro mural.  Por último, 11 de noviembre de 1952 se estrenó la obra y se dio por concluida, aunque nunca se realizó la segunda torre .
El terremoto de 1976 afectó la estructura, pero no de gravedad.  Pronto estuvo a disposición del culto.  Sin embargo, en 1978 se realizó un proceso de remozamiento del edificio.  Se abandonó el uso del baptisterio y se inició la colecta para cambiar las ventanas.  Las originales eran de madera, con vitrales de colores con las banderas de los países americanos y símbolos religiosos.  Ostentaban tallas en forma de cruz para alojar los vidrios.  En 1980 ya habían sido sustituidas por las actuales, estructuras sencillas de metal con vidrios opacos.  En tiempos recientes, durante una de las actividades se produjo un accidente que rompió los grandes vidrios que servían de cancel.  Por ello, se realizó otro en madera, que se donó posteriormente al templo de Santa Catalina, y se colocó el actual.  También se revalorizó el antiguo baptisterio y se convirtió en capilla para el Señor de Esquipulas y, posteriormente, se levantó una reja para proteger el atrio del templo.

 

  1. Diario de Centro América, 11 de febrero de 1895, página 3.
  2. Diario de Guatemala, 15 de agosto de 1926, página 4, Cuarta Sección.
  3. Diario de Centro América, 26 de febrero de 1918, página 4.
  4. Diario de Centro América, 10 de enero de 1895, página 1.
  5. Diario de Centro América, 15 de julio de 1895, página 1.
  6. Diario de Centro América, 12 de julio de 1895, página 1.
  7. Diario de Centro América, 8 de noviembre de 1895, página 1.
  8. La República, 13 de octubre de 1900, página 3; 8 de noviembre de 1900.
  9. Diario de Centro América, 4 de enero de 1918, página 1.
  10. El Imparcial, 7 de octubre de 1929, página 1.
  11. El Imparcial, 28 de septiembre de 1929, página 6.
  12. El Imparcial, 24 de octubre de 1931, página 1.
  13. El Imparcial, 26 de noviembre de 1931, página 1.
  14. El Liberal Progresista, 29 de agosto de 1931, página 9.
  15. El Imparcial, 31 de agosto de 1932, página 1 y 4.
  16. El Imparcial, 3 de marzo de 1933, página 1.
  17. El Liberal Progresista, 23 de febrero de 1934, página 2.
  18. El Imparcial, 6 de diciembre de 1935, página 1 y 7; 11 de diciembre de 1936, página 7.
  19. El Liberal Progresista, 11 de diciembre de 1942, página 8.
  20. El Imparcial, 10 de diciembre de 1945, página 3.
  21. El Imparcial, 15 de octubre de 1946, página 9.
  22. El Imparcial, 12 de diciembre de 1946, página 3.
  23. El Imparcial, 23 de mayo de 1951, página 3.
  24. El Imparcial, 6 de diciembre de 1951, página 3.
  25. El Imparcial, 14 de junio de 1952, página 1; Nuestro Diario, 11 de noviembre de 1952, página 10.
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