Santa Catalina
En 1577, en el asentamiento de Panchoy, se estableció el primer convento femenino de la ciudad, era el convento de las religiosas la Orden de la Inmaculada Concepción. Su crecimiento fue acelerado y, en 1613, las religiosas establecieron otro convento, el de Santa Catalina Mártir . Con el traslado al valle de La Ermita de las religiosas, se les asignó en el centro de la ciudad un predio. Alrededor del templo y convento, se formó un núcleo de habitantes que se reconocieron como un grupo de vecinos. Ayudaron a fortalecer los vínculos barriales la instalación de una pila pública, la pila de Santa Catalina en la plazuela del mismo nombre . Además, frente al extremo del convento, en la calle sobre la que estaba ubicada la pila, a media cuadra, se habilitó una plazoleta, conocida como la plaza del Carrocero , al decir de los habitantes, porque allí se colocaban carroceros y carreteros para realizar trabajos de transporte de personas y mercancías.
Poco se sabe del templo edificado para las religiosas, salvo que fue concluido hacia 1809 . Lo cierto es que, tras el arribo del gobierno liberal de 1871 y la expropiación de bienes eclesiásticos un año después, las religiosas tuvieron que abandonar el edificio. Fue entonces que se decidió el uso del inmueble con diversos fines, entre ellos para el Conservatorio de Música, establecido en 1873 y trasladado a la parte oeste del antiguo convento en 1891. En 1904 abandonó esas instalaciones. Allí se estableció la Facultad de Matemática y la Escuela de Ingenieros de la Universidad Nacional. Por ello, en 1918 se acondicionó, también, la Sociedad Central de Artesanos . Los terremotos de 1917 y 1918 destruyeron completamente el conjunto y se habilitó un campamento en la plazuela. En su acelerado proceso de reconstrucción, el gobierno ordenó la construcción, en madera, de la Escuela José Farfán, con fondos extraídos de Suchitepéquez, en agosto de 1918 . En 1922, se reinstaló el Conservatorio.
Para completar la educación de los jóvenes, en 1929, con planos de Lisandro Sandoval y León Yela, autorizados por Rafael Pérez de León, se construyó una residencia para estudiantes del Conservatorio , que actualmente ocupa la Escuela Nacional de Danza.
En lo que se refiere al templo, en 1934 ya se estaban realizando los trabajos y la antigua pila bautismal se usaba para aspersiones de agua bendita . En 1936 ya se había techado y contaba con su cúpula actual, el presbiterio estaba concluido y solamente faltaba el altar mayor. Para la fiesta de la Inmaculada Concepción fue decorada con cortinajes, a la usanza de la época . La iglesia mantuvo durante años el aspecto de inconclusa, especialmente en el cielo falso. En 2011 se realizaron importantes modificaciones, que mejoraron notablemente el interior.
El templo es una estructura de sobria fachada historicista, pues cuenta un cuerpo y remate con dos campanarios y espadaña. Delimitan las calles del cuerpo columnas toscanas pareadas. Posee tres ingresos bajo arcos de medio punto. Dos alerones unen la espadaña con los campanarios y en la parte central se encuentra un relieve con los símbolos de la santa: una corona, la rueda de su martirio una espada cubierta de laurel y una rama de laurel, símbolos de la victoria de la mártir.
Posee coro alto, a los pies de las naves. El edificio está dividido en tres naves por columnas de fuste liso y capitel compuesto, que sostienen arcos. El techo fue inspirado en los artesonados de las basílicas paloecristianas. El presbiterio está cubierto por una cúpula de media naranja con cimborrio. Cuenta con una capilla lateral, destinada al Señor Sepultado, donde se veneran las imágenes de Pasión.
El altar mayor mayor es de mayores proporciones que el arco toral, por lo que la imagen de santa Catalina no puede verse desde la nave central. La escultura es una hermosa obra de gusto barroco. Cuenta con ángeles adquiridos por catálogo.
En el barrio de Santa Catalina existe, al igual que en La Recolección, una tradición oral que le pertenece, es la leyenda del Señor Sepultado de Santa Catalina . La leyenda refiere que, mientras el Hermano Pedro de Betancur (1626-1667, canonizado en 2002) oraba profundamente en el templo del Calvario, en la ciudad de Santiago de Guatemala (valle de Panchoy), frente a la imagen del Crucificado, éste le habló y le dijo que quería ser sepultado en el coro bajo del templo de Santa Catalina. Obediente, el religioso tomó sobre sus hombros la imagen y la llevó hasta el templo indicado. Como era más bajo que la escultura, arrastró los pies del Cristo, lo que puede verse en sus pies lastimados . Al llegar a la iglesia, las monjas estaban esperando la imagen con velas a lo largo de la nave del templo. El Hermano Pedro colocó la imagen en el coro bajo y se marchó. La tradición ha hecho que la devoción a la imagen, relacionada con un santo muy querido entre los católicos, se haya difundido. La imagen fue sacada, efectivamente, en procesión, pues está documentada la de 1895. Así, después de muchos años de no ser procesionado, el Señor Sepultado salió por las calles del Centro Histórico el Viernes Santo de 2012.
A esta versión original, se añadió, posteriormente, la de un carruajero o carrocero quien, el Viernes Santo, estuvo trabajando. Al regresar de su trabajo, casi a media noche, vio a lo lejos la procesión del Señor Sepultado de Santa Catalina. Apresuró al caballo y cuando estuvo frente al atrio comprobó que era una visión. Al día siguiente, fue encontrado muerto en el interior del carruaje, por el terrible pecado de haber laborado el Viernes Santo. Además, se ubicó al personaje de la leyenda como habitante de la cercana plazuela del Carrocero y trabajador del Establo de Schumann, un establecimiento de alquiler de carruajes de finales del siglo XIX instalado por Emilio Schumann en la 4ª calle y 3ª Avenida A (callejón de la Cruz o de Schumann).
- Annis, Verle: La arquitectura de la La Antigua Guatemala, 1543-1773. Tercera reimpresión, Fundción G&T Continental, Guatemala, 2001, página 166.
- Diario de Centro América, 17 de septiembre de 1919, página 2.
- Díaz, Víctor Miguel: Narraciones. En: Diario de Centro América, 22 de febrero de 1918.
- Placa conmemorativa en el templo. Ver: La República, 25 de noviembre de 1901, página 2.
- Diario de Centro América, 7 de octubre de 1918, página 2.
- Diario de Centro América, 24 de agosto de 1918, página 1.
- El Imparcial, 28 de junio de 1929, página 1. Ver también: Prensa Libre, 3 de agosto de 1965, página 35.
- El Imparcial, 18 de octubre de 1934, página 1.
- El Imparcial, 8 de diciembre de 1936, página 1 y 7.
- Lara, Op. Cit.
- En los estudios antropológicos esto se conoce como la validación de la leyenda, pues es una evidencia tangible. Información proporcionada por el antropólogo Arturo Matas Oria.
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